Tomo tu mano y siento
como el calor lentamente se va, tomo tu fina muñeca pálida, débil
y sin embargo pareciera que me sujetara con toda la fuerza del mundo.
Un cuerpo que se vuelve nada debido a que su forma se trastorna por
la calculadora sombra que se proyecta tras de ti. Mas esa sombra no
es tuya y ahora pruebo el sabor de la tristeza que me queda imposible
destruir y asi escuchar lo que me quieres decir con una mirada
flaqueada. Se cierra todo, se cierra el mundo y pareciera que me
dividiera , se produce una intensa lucha y ahora en una derrota
absurda veo como el frio color escarlata se mezcla con la pobre
tinta de las palabras que logro escuchar en este trance hilado. Ahora
todo se apaga el frio cambia a una oscuridad, es como si viera la
nada y tan solo se que estoy a tu lado en carne y alma por toda la
eternidad.
La Muerte de la Madrastra
Sitio para mis cuentos de mal nivel
sábado, 19 de enero de 2013
jueves, 16 de agosto de 2012
GAFAS OSCURAS
Como
detesto aquellas gafas oscuras, detesto aquel instante en que comencé a
notar su maldita presencia; aquellos lentes que ocultaban su bello rostro,
como odio que me oculten las verdades, como me molesta la hipocresía ocultada
tras una cruel amabilidad, como te deteste mujer al capaz de mirarme y al mismo
tiempo reclamarme. Pero ahora tú equivales a la nada, equivales a la muerte a
mi muerte y a mi nada.
La
conocí o más bien la vi en una de mis caminatas de rutina, maldita rutina, ahora que lo pienso es siempre lo mismo, caminar hacia un mismo lugar todos los días
pasando sobre ese árbol que siempre me producía una tenue sonrisa. Pienso que
aquel árbol era el único capaz de comprenderme aunque no lo podía ver yo si lo
podía observar. Siempre que terminaba mis tontas rutinas (llamo rutinas a todo
lo que hacían esos tontos y ¿quiénes son esos tontos?, las puedo definir como
unas sombras que se ocultan de sí mismas y no llegan al más mínimo conocimiento
de sí mismo) iba y visitaba a aquel árbol me relajaba y me hacía olvidarme de
todo al menos por un instante, sin embargo no sé si el árbol y yo mismo
estábamos listos para una mirada, una mirada que no se ocultaba de ella sino de
nosotros de mí y de él.
Cuando
llegué a aquel árbol vi no a mucha distancia a una mujer, no lo puedo negar, me
pareció hermosa pero mi interés aun no era suficiente para como considerarla de
ese modo tan exultante Tan solo puedo ver ciertas cualidades corporales, la
miré de abajo hacia arriba si se le puede definir así, su piel era morena,
cabello castaño como la madera hermosa del árbol y unos labios que no eran
rojos pero que combinaba exquisitamente con su particular belleza, con su casi
hermosura llegué al punto de sus gafas, aquellas gafas que no me
indicaban la más mínima pista de sus ojos, aquellos ojos necesarios para
reconocer su alma, que se me escapaba y comenzó a inquietarme desde
aquel día. Aquel maldito día donde ella me miró a mi o al árbol y sin embargo creía que era a mí no lo sé pero lo creía con fervor, aquel fervor que me llevó a más
tontas inquietudes de que todo el mundo cree saber pero realmente es un completo
ignorante. Aquellas cuestiones que terminaron vulnerando mi verdadero apego y
amor por la soledad, soy solitario y mejor se sentía acompañado de mi
feliz y al mismo tiempo melancólica soledad que nunca me fallaba, que como
cualquier otro ser me llegaba a herir pero al mismo tiempo me consolaba de ella
misma hasta lograr de nuevo aquel equilibrio.
Volví
al mismo lugar al otro día ahora estaba con una rosa blanca en que olía con una
ternura que me parecía cruel y de nuevo me miró ahora con una sonrisa y vi
aquellos dientes blancos hermosos que me descontrolaron mas no quería dejar
aquel árbol, pensaba que sería imprudente. Sin embargo en los momentos que no
estaba cerca de él, mi alma se sumía en la ansiedad, en el descontrol. No podía
dejar de pensar en ella aun cuando no me parecía hermosa. La única manera de
poderme controlar era haciendo infinitud de dibujos en ella. Sumido en el
cuarto la dibujaba cada vez idealizándola más y más casi sin notarle ningún
defecto, cada vez menos realista sino como su imaginación acomodaba a su antojo
las ideas que llegaban a su mente. Sin embargo como tenía que frustrarse
dibujando aquellas gafas que tanto detestaba, no podía saber esos como eran sus
ojos lo que me llenaba de ira de ira que aparentemente no conocía alguna causa
sin embargo muy en el fondo sabía que era por mi manera de verla de no poder
sacar a esos malditos lentes de mi camino hacia ella. Ya no podía más mañana
sería el día donde vería aquellos ojos hermosos que creía que si existían o si
no por lo menos intentar de verlos y que mi imaginación los acomode para que
logre mi cometido.
Aquella
noche profunda, soñé que llegaba al árbol que extrañamente estaba seco, sin
hojas pero de él ya nada me importaba, solo ella la que estaba sentada con aquella
rosa y me miraba esta vez a mí, no al
árbol. Caminé hacia a ella y agarré esos lentes y los arrojé lejos y miré
aquellos ojos y ahora si me parecía hermosa. Unos ojos cafés que parecían miel
frente a la luz del sol, soñé que la besé y en ése momento su mirada sonriente
se convertía en un frío tempano sus ojos cafés se oscurecieron a un negro
profundo horroroso, su piel morena se palidecía. Solamente moría por mi beso ya
no era ella, su mano alguna vez cálida se convertía en una seca y helada palma.
Desperté
sudando, angustiado pero viendo aquel dibujo me tranquilicé y volví a la
realidad del mundo y olvidé la de mi mente. Amanecía y la hora de ir allí se
acercaba (como su fuera una cita claro). El sol brillaba y de nuevo la rutina,
el árbol que curiosamente tenía hojas caídas voltee a aquel sitio y ella no
estaba, ¿Dónde estaba? ¿Por qué no ha llegado? ¿Se aburrió que yo no hubiese
ido a hablarle? Esperé ansiosamente y el día se me hacía eterno y su cuerpo no
aparecía.
Pasó
no sé cuánto tiempo, yo ya me había rendido y asumido que ella no llegaría, me
levanté y en ese momento su ser con aquellos detestables lentes caminaban por
entre el prado como su me fuesen a visitar. No dudé, solo caminé hacia ella
movido por un impulso salido de no sé dónde. Sólo llegué y como en el sueño
aunque con más dulzura tomé sus lentes y miré aquellos ojos y como si todo se
estuviera repitiendo vi sus ojos cafés con un tono miel cuando el sol incide
sobre ellos.
Decidí
tranquilizarme, tomé su mano y caminamos al mismo tiempo que hablábamos de
cosas que son triviales que ahora ignoro y prefiero no recordar. Llegamos a un
punto donde todo fue silencio, un silencio incómodamente hermoso y de nuevo
movido por mi impulso la besé. Un beso que ahora rebota y aun gira sobre mis
recuerdos. Tomé su cabello, masajeándolo y de allí llevé mi mano acariciando su
espalda. Fue un beso largo, pasional que terminó con un cruce de miradas que
solo llamaron al deseo. Ese deseo bestial que consumió toda mi tristeza e
inocencia. Arrebaté sus ropas sin ningún cuidado dejándola desnuda frente a mis
ojos que la miraban con lujuria, al mismo tiempo que ella me desvestía con
bestial fiereza.
Verla
desnuda, ver desnuda no solo su cuerpo sino también su alma que se me mostraba
por aquellos ojos me no me hicieron esperar. La tomé con fuerza, rosando nuestras
pieles que generaban el sonido del placer y el calor de nuestros cuerpos
abrazados, la besé hasta donde más pude hasta que llegué, al clímax donde ambos
miembros se encuentran el uno al otro en su más salvaje y primitiva forma. Culminamos exhaustos, sudorosos más sin
embargo en la plenitud de la cima del placer, volteé mi mirada hacia ella y
ella hacia mí sintiendo algo que quizás nunca antes habría sentido, amor.
Aquel
sentimiento que en días te hace sentir el dueño de todo el mundo, pero otras
veces te hace sentir que una cucaracha pisoteada. Mas no por ello renunciare a
un momento de felicidad así sea efímero. Siguieron los días, días que ahora
añoro más soy consciente que son puros espejismos. La dibujaba, la dibujaba
cada vez que no la podía ver, dibujando aquellos ojos que siempre me mostraban
algo nuevo e impactante, era hermosa, y yo era muy feliz más que con la
compañía de aquel solitario árbol.
El
frenesí no cesaba, nos entregábamos a las pasiones sin freno alguno más comenzaba
en mí una leve molestia pulmonar quizás producto de aquella tarde lluviosa
donde nuestros dos seres se volvieron uno y la posterior visita a aquel árbol
decaído, enfermo y agonizante, sin hojas y con la madera tan oscura como el carbón.
La molestia no cesaba y pronto se transformó en una horrible enfermedad que me
sumió de nuevo en mi habitación solitaria sin ninguna compañía más que los
dibujos que hacía de ella, más ella no aparecía por ningún lado, me sentí
abandonado más la esperanza de ella llegara por esa puerta aun latía.
Pasó
el tiempo y la enfermedad pese a los cuidados empeoraba y ella no aparecía,
decidí salir no estaba lloviendo, había un sol radiante y decidí que por mi
salud sería bueno. Vi de nuevo el árbol y allí a ella de nuevo con las gafas
oscuras con una mirada de lástima ante mi débil situación y su sonrisa que solo
empeoró todo. El árbol estaba muerto y caído de costado hacia el suelo mientras
mi ser soltaba la tristeza en lágrimas y corrieron en mis mejillas como salí corriendo
hacia mi casa ante la lluvia que comenzaba a caer. Llegue a mi casa empapado y
al llegar a mi cuarto y quemar todos los dibujos falaces de aquel ser una tos,
tos que fue creciendo bruscamente hasta que un expulsar de sangre terminó
quitando la respiración hacia una muerte patética viendo el dibujo de ella con las
gafas oscuras.
EL POSTE SIN LUZ.
No
pido su redención ni mucho menos la mía, tampoco pido que crean una historia
que les parecerá de las más absurdas pero al ser parte de su pecado quiero que
por lo menos se compadezcan de su triste historia sin ningún argumento
racional. Tan solo lo hizo por su locura insana. Amaba pero al mismo tiempo les
guardaba un rencor que se convirtió pronto en su perdición, quisiera seguir
contando pero parece que ha despertado, está inconsciente no sabe ni siquiera
que mi presencia esta junto a la suya sin embargo la historia es de él, ya no
me pertenece y lo dejo a su libre albedrío solo seré su última advertencia que
mirará si la acepta o no.
No
sé qué hora es, sin embargo por la oscuridad en la que me encuentro diría que
es de noche, una noche espesa sin que yo pudiese considerar que estuviese en
alguna parte. Me levanté y estaba sujeto, prisionero de lo serían unas cadenas.
¿De dónde salieron?, ¿Quién es el que me ha hecho prisionero? Sin dudarlo halé
las cadenas, por una parte decía que esto era inútil pero no me hice caso y
seguí esforzándome hasta el punto de ser libre de nuevo.
Tan
solo guiándome por el tacto me quité de las cadenas y caminé dudoso tan solo
con mi intuición, me di cuenta que tenía zapatos y una ropa abrigadora a lo que
omití cuestiones, llegué a sentir una perilla la giré rápidamente y salí a un
callejón con una luz que parecía infinita. Aquella luz que provenía de un
número enorme de postes ubicado a lado y lado. Empecé a tal vez recordar o más
bien fue solo mi imaginación que ya había estado en este lugar. Un callejón que
no estaba hecho de pavimento sino de uno hermosos ladrillos color naranja que
aumentaban el tono cálido que daban todos los postes. Temeroso de que alguien
me viese me quedé estático sin embargo cuando cierta gente que no sabía de donde salían como si se tele
transportaran a mi lugar me saludaban de una manera cortes que me dio
curiosidad y confianza para caminar.
Caminé
un largo tiempo viendo la gente los postes hermosos más al mismo tiempo no
dejaba de pensar que yo ya había estado en este lugar antes. La caminata
parecía eterna más sin embargo tuvo un fin que yo mismo inicie. Supongo que era
la última parte, los ladrillos terminaban súbitamente y comenzaba un pavimento
gris que se partía de la luz y se ocultaba en una espesa oscuridad similar a
donde yo me encontraba. Me sentía confiado y la curiosidad es uno de las
emociones más poderosas del ser humano entonces sin mucha vacilación di un paso
adelante cuando sentí que me sujetaron la mano. Volteé para mirar y era un
niño, me sujetaba con fuerza mirándome como tratando de advertirme que no fuese
hacia lo oscuro, sin embargo no me hablaba pero su afán de no dejarme ir me
molestó bastante, me liberé de él con un movimiento brusco del brazo y le dije
que no me molestara que podía hacer lo que quisiera. Caminé y no mire hacia
atrás aunque me imaginé su cara impotente más que ya no podía hacer nada.
La
parte oscura no era tan larga, lo puedo asegurar por el tiempo que me tomo
toparme con una pared. Me impresionaba la oscuridad, no podía ver nada, sin
embargo pasado un instante un pequeño lucero, débil por demás, comenzó a
iluminar una pequeña fracción, casi nada, sin embargo pareciese que apuntara a
algo. Seguí aquel lucero que llevaba a la esquina izquierda del callejón justo
donde se encontraba con la pared. Allí vi un cuaderno con tapa roja, lo sé
porque la luz apuntaba directamente hacia él. Me ubiqué justo para poder ver lo
que tenía el cuaderno. Tan solo eran dibujos y notas absurdas, notas que
pareciesen escritos por un infantil soñador, ¿un perro que montaba bicicleta?,
me sonreí por lo absurdo que sonaba esa idea transmitida por la más fuerte de
las imaginación. A pesar de lo absurdo de esas frases debo reconocer el talento
para el dibujo de quien sea el dueño de este cuaderno. Seguí volteando páginas,
sin mucho interés hasta que vi un dibujo de una mujer. Un dibujo que hasta mí
me parece perfecto, un dibujo realista de una hermosa mujer. La miré por todos
los ángulos mas no le hallé ningún error, aunque si vi en su rostro tristeza y
una mirada que pareciese indagarme, me acerqué al dibujo más y más agachando mi
cuello cuando sólo sentí un golpe y caí inconsciente.
Desperté,
aun me dolía la cabeza y sentí como me cosieron la parte anterior del cráneo,
¿Cómo sobreviví a tal golpe? No tengo la menor idea. Ahora me percato que todo
estaba tan oscuro sin embargo sentía los ladrillos en mi espalda, ¿Qué pasó con
la luz que se impregnaba en éste lugar? Me senté y vi como solo uno un poste se
encendió, allí apareció de nuevo ese niño molesto sino que esta vez poseía
aquel cuaderno, no me puedo equivocar era el mismo cuaderno. Ahora su mirada
impregnaba lástima, se sentó frente mío abrió el cuaderno y de allí todo se
iluminó, ahora pude ver un último poste que no funcionaba cerca de donde
encontré aquel cuaderno. El niño abrió en una página, ¡el dibujo era yo! mi
cara llena de rabia y rencor. No soporté y cambie de foco y me percaté de una
mujer, esa mujer… ¡la del dibujo! ¿Qué estaba sucediendo?, ahora vi una
cicatriz en la cara de esa mujer, no entendía nada. La mujer caminó hacia mi
sujetó mi cabeza, no pude hacer nada estaba inmóvil y asustado, mientras el
niño me mostró a mí y a esa mujer, caminando por ésta misma calle, la tinta
poco a poco se ponía más escarlata dando un supuesto final asqueroso.
El
dibujo cobraba vida, me veía cabizbajo, pensativo, como temeroso de tomar la
decisión que ya había tomado, quizás las consecuencias eran lo que me lo
impedían. Ella sonriente mirándome como si me preguntara que tenía, de repente
tomé un ladrillo que estaba suelto a los demás y golpeé su cara hasta matarla
de la peor manera. Después de eso con lágrimas en los ojos me golpee en la nuca
cayendo junto a ella sobreviviendo solo la tristeza y el aislamiento. No
resistí más, grite, la mujer me soltó y el niño se limitó a cerrar el cuaderno.
Aun sin poder creer el destino que había escogido la mujer mirándome fríamente
sin embargo con una mínima fracción de aquel cálido y doloroso sentimiento que
es el amor se puso enfrente de mí tomó mis mejillas y me besó. Un beso con
sabor a muerte, pero que me agradaba.
Caí de calma comprendiendo la tierna labor del niño que por fin habló
diciéndome, todos esos postes somos nosotros, pero tomaste la labor de aquel
último poste sin luz… Con que un poste sin luz caí y alcanzando un poco de mi
consciencia vi un perro montando bicicleta.
LA CRUZ Y LA MUÑECA
Ellos jamás lo creyeron,
jamás, lo creyeron imbécil, desquiciado pero él se resistía, ¿es que acaso no
me creen? Preguntaba, solo lo veía a ese punto, nadie creía pero ahí estaba,
aun así tendremos que explicar.
Llegó a ése punto cuando su
vida estaba en apogeo, una buena casa, soltero pero aclamado el muy promiscuo,
con auto deportivo y dos camionetas. Cierto día, oscuro e iluminado a la vez,
había salido cuando vio una pequeña muñeca en su jardín, le pareció tan
horrible que ni siquiera fue a ponerla a la basura, sin embargo pensó que debió
ser hermosa algún tiempo antes, volvió de aquel lugar no se sabe dónde, venia
medio acalorado y despeinado después de haber salido extrañamente arreglado,
aun con el forcejeo no quitaba el pensamiento en esa muñeca, había vuelto a su
casa con esperanza de verla pero ella ya no estaba ahí, se puso triste pero su
frialdad aun lo controlaba, sin embargo tras esa gran fortaleza ya existía una
grieta. Las primeras noches el hombre no soñaba, pero poco a poco una imagen
que parecía una cruz, una cruz que estaba con rosas blancas en un principio,
pero noche tras noche esas rosas maduraban de una manera hermosa. No le
molestaba aquel sueño, era hermoso, pero la noche, bueno esa noche las rosas
empezaban a caer marchitas, el hombre viendo un tanto frío no le interesaba,
aunque ya había tristeza. Una a una caían, al caer la última una mirada lo
aturdió, era la muñeca, despertó.
Desde ese día no tuvo jamás
ese sueño, su frialdad y raciocinio cayeron al piso, pronto dio su vida al
declive, poco a poco se desinteresaba de todo, jamás se había apegado a algo,
pasaba todo el día preguntándose por qué no soñaba, jamás se había preguntado
por eso, jamás había soñado y ahora si le preocupa no soñar, pronto perdió su
trabajo, no faltó tiempo para endeudarse y comenzar a vivir en la calle,
por cuestiones aún desconocidas, tenía un lápiz y una hoja, él jamás había
dibujado y dibujó horriblemente, pero a él le pareció hermoso es dibujo pero
era asqueroso, causaba repugnancia pero a él le gustaba, le gustó tanto, que
robó solo para comprar un cuaderno, lo dibujaba una y otra y otra vez, pronto
eso que lo demás consideraban repúgnate lo comenzaban a admirar, pronto
dibujaba hermoso, pero lo que él hacía o regalaba o lo vendía apenas para
comprar sus materiales y medio algo de comer, pero nada más, solo dibujaba para
olvidarla, pero no sabía que ella estaba en él, su vida comenzaba a recuperarse
pero sin llegar a ser la misma, tuvo sueños otra vez, por lo menos cosas que
llamarían normales. Sin embargo la mente no puede olvidar lo que la atormente,
pronto ese sueño que le daño la vida y la muerte, creó en él el sueño y acabó
su realidad.
Se encontraba ya en ese
lugar sentado trastornado, no entendía por qué había vuelto, no lo entendía, ya
no quería soñar, tenía miedo de soñar. Sólo ese día caminado no se sabe si
despierto –creo que si- no se veía ninguna expresión, no tenía inspiración, ya
no dibujaba, no podía, ahora si sabía que estaban así, ya agotado, la vio, vio
a esa muñeca pero estaba diferente, estaba preciosa, arreglada, decir hermosa
es quedarse corto, corrió hacia ella, la sujetó en sus brazos, la llevó a su
pequeño hogar conseguido no sé cómo, la amarró por miedo a perderla, su cara
era feliz y bestial, la besó el loco este, la desvistió este desquiciado e hizo
lo que hizo. Estando en esa cima sintió un ruido, salió y eran ésos, los que le
quitaron todo, no permitiría que se la llevaran, cuando un llanto sonaba,
soñaba el sonido y el sonido soñaba, el llanto era bestial la gente no lo oía,
sólo él, la mirada de toda la gente era de lástima, odio y burla, quería parar
ese maldito llanto, entró a la casa vio su muñeca con la cruz de su sueño con lágrimas
en la mejilla ensangrentada.
LA MUERTE DE LA MADRASTRA
No sé por qué rayos él estaba
ahí y ni siquiera yo porqué estoy aquí, solo sé que se murió una señora de un
país no sé cuál y de una ciudad no sé dónde; lo único era que había muerto e
íbamos al cementerio, creo q era una madrastra de una prima hermana llamada
Anastasia y la mamá (¿o era la madrastra?), … Lo único era que estábamos no sé
si él o yo, o todos aunque creo que era solo él y yo, en una carretera donde
solo estaba ésta caravana. Estaba soleado y éste traje de luto que se lo hacen
poner a uno lo acalora demasiado y ése joto cementerio estaba muy lejos,
entonces esa caravana decidió parar por ahí, él y yo, o mi familia y yo bueno
como sea, entramos a una posada que estaba por el camino, lleno de telarañas en
la esquina que provocaba terror al entrar, pero bueno se estaba ahí para comer.
Tenía hambre aunque él no, estaba pálido, medio muerto. Comimos y cuando íbamos
a salir cayó un baldado de agua-cosa rara-, además nadie había traído paraguas,
por ende decidimos no seguir el camino, esperaría a que escampara, pero creo que
él se fue con todos ellos.
En esa posada no había
cable ni nada para pasar el rato, necesitaba entretenerme y me pareció verla…,
saqué un cuaderno y lápiz que no recordaba haber traído; aun así quería dibujar
algo que siempre se hace en esa isla lejanísima, comencé a dibujar e hice creo
que a una mujer, pero no sé por qué se me hacía tan familiar, como si fuera
parte de mi o de nosotros, ella y yo, yo y el, o ustedes y nosotros, bueno
todos esos. Me acosté y la volví a ver pero ésta vez mucho más cerca, y con
mayor repugnancia, así y todo me volví a la almohada y dormí.
Había despertado aunque
parecía dormido, él se volvió hacia la mesa vio el desayuno servido en loza de
barro pero tallado hermosamente, no entendía la razón, salió, tomó un taxi
hacia ese cementerio y aún estaba toda esa gente allí, no lo entendía, no
entendía por qué toda esa gente había permanecido toda una noche ahí, creo que
importó poco, estaba aún muy oscuro y la baldosa de la tumba no tenía el nombre
de esa señora, ni sus parientes, estaba vacía, pero esa gente seguía llorando,
entonces lo vi a él dentro de ése cajón, ese mediático cajón que nos lleva a la
trascendencia, creo que vi sus heridas, cinco agujeros en el cuello que aún
chorreaban sangre, pero solo yo las veía, Salí corriendo sintiendo una presión
en el cuello, entonces la vi y vi ese cuaderno con el dibujo que había hecho o
que él había hecho, no entendía, también vi otro cadáver y era una mujer, no
veía bien el rostro, pero a ella si la reconocí era Anastasia, con los dedos
ensangrentados, recogió el cuaderno y lo abrió, no había nada en él, y
comprendí o él comprendió que él es igual que el yo y que éste no es éste sino
ella. Anastasia lo miró con sus grandes ojos carmesí y su gran volumen de
cabello ondeaba, le dijo algo incomprensible, y junto con el cuaderno, que
creía su cuaderno, -pero este cuaderno era su dueño- quedó atrapado con ella y
él al mismo tiempo. Mientras ella, esto que había llamado Anastasia y “se creí”
mediático de su creación, era ya libre, inmortal y perfecta.
EL LIENZO EN BLANCO
Relatar así como pintar que jamás sucedió sería
mofarme de todos ustedes. Inventar sucesos para atraer su atención y comprender
lo que digo (o más bien escribo) me convierte en el peor miserable, peor que el
mayor político corrupto que no hace más que arrebatarnos un recurso banal, pero
yo mucho peor que cualquier maldito de esos querido lector, no busco ni dinero
porque aquí si es que es algún lugar no existe el dinero, no me sirve en
un sitio donde estoy solo sino lo que más aprecias, tu tiempo.
Tener tiempo es lo que más aprecio de ustedes, ya
que mi tiempo se ha vuelto un lienzo blanco que se me obliga –irónicamente- a
pintar, dibujar, escribir, destruirlo así como aquella sonrisa y ése cabello
rubio que me atormentan más mi mente aun es atormentada y no me es posible
tocar aquel lienzo me quema. Lo detesto, odio aquel lienzo que me incita a
pensar mientras hablo y espero que alguna vez logre al menos escribir sobre él
o el ideal de pintar aquella imagen para darle una vida que siempre robo en mis
obras tanto escritas como en pinturas más necesito aquel preciado don que todos
los que son capaces de comprender éste tonto balbuceo eterno poseen. Un
balbuceo que yo tan solo entiendo, me creo comprender me cree comprender pero
no es así no se entiende, no sabe ni donde se encuentra y quizás mucho menos
yo. Para que entiendan mejor, su ser trata de pintar mientras está en su
habitación blanca, iluminada casi encenguedora y allí ha estado por años por
décadas pero a él todo ese tiempo no es más que una eternidad.
Dispuesto a contar algo, hacer algo ya que ese
lienzo es imposible para mi sin embargo tengo que decir algo o escribir aquí en
el piso que es lo único que puedo tocar, las paredes, que me parecen demasiado
grandes para tan historia tan pobre, así comenzaré con el fin. No recuerdo ni
donde nací ni de dónde vengo, solo una imagen estática como lo que a yo me
dedico; una pintura y luego un súbito final donde yo me encuentro en éste
lugar, taller de artista supongo tanto de escritor como pintor. Se cree bueno
en todo, no debo negar que tiene innato el valor artístico en muchos aspectos.
Era prodigioso más éstas disciplinas requieren de la misma. No la tenía, era
como un niño que improvisaba, curioseaba y del mismo modo se distraía con cualquier
desfachatez y lo que iniciaba rara vez lo terminaba o ni lo iniciaba. Por lo
general se la pasaba (si no estaba escribiendo o bosquejando) mirando las
imágenes de un mundo en continuo movimiento pero a él solo le parecían
sucesiones de imágenes estáticas y así las detenía en su pedazo de mente y
asesinaba al movimiento a través de las imágenes que él mismo creaba;
transformaba el mundo a su antojo, jugaba a ser un dios, al destino de aquellas
almas que él robaba para sí para unos fines no muy gratos en verdad.
Un día sin nada que hacer, como casi siempre estuve
caminando por las calles donde decenas de personas –si se le pudiera llamar
así- caminaba apurada, quizás por una tormenta que se avecinaba o tal vez que
estaban retrasados para el trabajo, no lo sé, supongo que harán algo con su
patética vida. Caminé para así despejar mi mente cosa que no pasaba ni en mi ni
en el cielo, deambulando llegué a una plazoleta o plaza como quieran llamarlo.
Me senté en al atrio de la catedral posando mi mirada en un árbol, un roble
quizás, enorme que imponente se alzaba sobre aquella soledad estática. El
viento comenzó a mecerlo y ahí empezó mi duda de que se sentiría ser un árbol,
incapaz de moverse por sí mismo, tanto que el viento lo tiene que ayudar,
además solo viendo –si ve- grupos de personas riendo, conversando, besando etc.
Sin poder hacer alguna de las mencionadas y tener una sensación de muerte
siendo consciente de su existencia viva. La vida que él roba, vivir como una
imagen que por más que uno le imprima su vida, sus expectativas, su pasión
termina por convertirse en la muerte; morir en el último trazo así como las
estocada final, allí está la pintura, se limita a promover sentimientos lo
mismo que ver a un ser querido en un ataúd.
Meditar sobre la muerte es una pérdida de tiempo,
pero le gusta perder el tiempo. Su mirada que aún parecía perdida se recobró al
ver a una mujer que caminado lentamente aún con una posible tormenta se alojaba
en las raíces de aquel solitario árbol. Acostándose suavemente lo miró de
lejos. Sonrió mientras aquel muchacho se quedaba inmóvil y sentía una presión
en sus piernas como si alguien estuviera en sus muslos. Se sonrojó, trató
de evitarla para comprendió que era imposible. Miró aquella extraña imagen como
si él fuese el protagonista, inmóvil, muerta así como ya lo supondrá él que
todo comenzaba a quedar en blanco. Se limitó a ver sus ojos casi bellos casi
hermosos así como su sonrisa que mostraba una corrompida inocencia. Después
dejó de sentir, tan solo el viento que lo acariciaba. Ella era como el viento
caricias suaves que luego se vuelven en un daño. El viento se volvía cada vez
más fuerte mucho más que ya generaba un dolor, un dolor que no podía expresar
ni aunque yo lo quisiera.
Ahora estamos los dos, el árbol y yo juntos
sufriendo el no poder salir del mismo encierro que solía hacer que nunca fui
consciente hasta conocer la nada, la nada que promovía con mis juegos de dios.
Ahora que ya ha sido contado quiero tan solo verla otra vez. Fue ella quien me
indujo a no volver a pintar, a inmovilizarme, al estar frente a un lienzo en
blanco que irónicamente me muestra a mí porque soy el único en verlo yo, un
árbol y su sonrisa que como el viento me arrancó de la tierra.
EL CUARTO DE LADRILLOS.
Quisiera que lo que se va a contar tuviera algún
sentido más sin embargo el deseo humano carece de ello. Se sueña y quiere en
asuntos que resultan extrañamente paradójicos o imposibles, además si le
agregamos el uso de la mente fuera de lo convencional nos da una idea que va
más allá de lo que se ve, de la realidad, que trasciende de tal modo que se
aleja de toda lógica mundana. Haciendo ésta introducción breve me dedicaré a
relatar.
La noche estaba en su más profunda oscuridad pues la
niebla tapaba la tierra mientras que las nubes del firmamento estaban hiriendo y asesinando
cualquier intento de la luz en su objetivo de iluminar a los seres; siendo así
un pronóstico de una mañana fría, lúgubre y tormentosa. Sin embargo aquel pobre
muchacho que se debatía entre el sueño y el despertar de manera inquietante
jamás lograría ver de nuevo la luz del día porque en el momento de abrir los
ojos y de erguir su espalda se encontraría atrapado en un cuarto rodeado de
ladrillos sin ningún tipo de salida o escapatoria y no se sabe la razón -ni él
ni yo sabemos-. En un principio creía que era un sueño ya que los tenía a
menudo pero luego comprobó que era la realidad, echó un vistazo gracias a aquel
bombillo que ésa habitación mantenía al lado de su cama y observó que era un
cuarto similar al suyo pero ni su computador ni su pequeña televisión se
encontraban, a cambio solo estaban su biblioteca con libros tanto inútiles o
que ya había leído mucho tiempo atrás y un marco donde cabía un espejo capaz de
reflejarlo en su totalidad. Al ver ese marco posicionado a la esquina donde
normalmente estaba su tv, comprendió que no se encontraba en su, se sacudió las
cobijas con sus piernas para poder levantarse y así buscar, aunque en vano, una
forma de escapar. Golpeó los ladrillos con fuerza, dando puñetazos que lo único
que hacían era herirlo a sí mismo haciéndole sangrar sus nudillos. Luego
lamiéndose los puños para coagular la sangre, tomó aquella biblioteca llena de
libros de literatura y otros producto solo de la mercancía para golpear la
pared mas tan solo aquellos libros que aun deleitaba leer caía en ése piso
color carmesí y asimismo atrofiando su biblioteca dejándola ya casi
inutilizable.
Dándose por vencido se sentó en la cama poniéndose
sus manos en la cara, ahí se percató de unas manchas profundas como moretones en
la base de sus muñecas; las tocó con sus dedos y no produjeron ningún dolor, no
sentía nada en esa zona. Mientras veía ésta extraña herida en sus dos manos
comenzó a pensar en que sucedería si no lograra salir. Quizás lo extrañarían
pero tan solo será un sentimiento efímero. Su madre llorará su pérdida pero tan
solo por perder su sostenimiento económico o quizás tan solo por perder al
único que podría satisfacer sus necesidades cuando esté anciana. Su padre
sentirá máximamente un mínimo sentimiento de dolor y pésame pero sobre todo un
alivio al eliminar uno de sus primordiales gastos sin ninguna utilidad. Sin
embargo pensó en quien sí en verdad llegaría a extrañarlo toda su vida. Su
amada. Con poco más de un año de relación donde por fin después de su niñez se
le veía realmente feliz. Su imagen junto a ella lo llenaba de nostalgia que se
sentía con una presión en el pecho y cosquilleo en su espalda, más cuando su
imagen junto a ella cobraba mayor viveza, un dolor agudo como si fuera un
cuchillazo profundo proveniente de sus muñecas comenzó a atormentarlo en un
principio agresivamente pero luego el dolor se volvió dulce mientras caía en su
cama a medida que aquella sensación llegaba al umbral de ninguna sensación ni
consciencia.
Despertó cansado y vio a un personaje idéntico a él
en la parte inferior de la cama, sosteniendo cuidadosamente con sus dedos una
flor violeta. Su mirada era dulce y calmada hacia la flor. Cuando sintió que el
muchacho se levantaba volteó su vista para posarla justo en sus ojos, posando
una sonrisa en su boca. El que acabó de despertar se quedó inmóvil ante la
presencia de un ser idéntico a él, -no es muy común verse a sí mismo de vez en
cuando- ya no sentía ningún tipo de dolor mientras el de la flor comenzó a
decirle: sí que me diste un gran susto, aun no era la hora ¿sabes? Volteó su
mirada a la flor y sin dejar decir ni una sola palabra al otro continuó
diciendo; La flor que tengo en mi mano es un lirio, es hermosa pero tiene que
cargar con el peso de su oscuro significado, es la encargada de darle fin a
toda la vida. El muchacho seguía mudo, estupefacto y tembloroso. Sonriendo, el
que sostenía el lirio trató de calmarlo, diciendo que no hay nada de qué
preocuparse, es como si le estés hablando a un espejo. Luego preguntó; ¿Qué crees que es la muerte?
El muchacho no salía de su estado de inercia hasta que de nuevo ése dolor pero
en menor intensidad y solo en su mano izquierda lo sacó de ése estado.
Respondió; la muerte es algo que no se puede saber sino cuando uno ya está del
otro lado, cuando uno termina de vivir. Tienes razón en parte, pero yo tengo
una mejor explicación. Si miramos la vida, veremos un estado donde todo está,
todo existe más la vida tan solo un desconocimiento total. En cambio la muerte,
es algo que se sabe que está ahí, respirándonos la nuca y así y todo plasma
para la eternidad una imagen que se guarda en la memoria, lastimosamente uno
mismo lo debe plasmar. Su mirada se
tornó triste y ansiosa, recogió un cuaderno de dibujo caído junto a los libros
de literatura que tenía tan solo un dibujo de gran trabajo y dedicación, los
demás eran pobres y triviales. Sosteniendo con fiereza el tallo del lirio lo
enterró en su pecho, untando de sangre como si fuera tinta la flor y usando
ésta misma para dibujar. Un dibujo que sería el destino final de todos pero en
singular el de él. Aquel dibujo de torne realista que comenzaba a configurar una
imagen espantosa, asquienta y repulsiva más sin embargo causaba entre todas
ellas un sentimiento de lástima.
La imagen cobraba mayor vida mientras el dibujante
se desvanecía ante la pérdida de su líquido vital mas no se detuvo hasta que la
imagen estuviese culminada a su vez que se apagaba el brillo de sus ojos ante
la mirada atónita de su igual. La imagen había sido terminada y el dibujante
desangrado caía cumpliendo así su labor mientras el lirio florecía con lúgubre
felicidad y así el dolor de las muñecas regresaba con fuerza obligando un grito
sordo en la habitación. Las heridas de sus muñecas volvían a su estado real.
Sangre brotaba con la mirada horrorizada del ése hombre.
La sangre se derramaba salvajemente en aquel recinto
siendo tan solo testigos los fríos bloques de arcilla que ya nada podían hacer
para evitar el fatal fin que se aproximaba. Entonces usando sus últimos
alientos tomó aquel cuaderno y estupefacto se vio a sí mismo derramando sangre
por las muñecas, manchando todos sus libros del mismo color de aquel piso. Se
sonrió y mirando que aquel otro se había ido tomó el lirio y posicionándose
frente a aquel marco que inexplicablemente lo reflejaba, caía pensando en cómo
podía aun estar sangrando y diciendo irónicamente “conque tan solo se plasma”. Cayó
en ese piso rojo junto con sus libros cayendo en una oscuridad eterna.
Sintió por fin la nada, como la había deseado,
mientras el cielo lloraba como lo hacían los testigos de tan vacía imagen que
junto a su cama veían un ser que ya no era al lado de una flor manchada de
sangre víctima del asesinato; llenaban
la mañana de ése color gris mezclado con un sol impotente y un bombillo que se fundía que solo podían ocultarse del sufrimiento y del
embargo de la muerte que extinguía aquel recinto de ladrillos que desaparecía
junto con el reflejo de la imagen, la
sangre y de nuevo la nada.
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