Quisiera que lo que se va a contar tuviera algún
sentido más sin embargo el deseo humano carece de ello. Se sueña y quiere en
asuntos que resultan extrañamente paradójicos o imposibles, además si le
agregamos el uso de la mente fuera de lo convencional nos da una idea que va
más allá de lo que se ve, de la realidad, que trasciende de tal modo que se
aleja de toda lógica mundana. Haciendo ésta introducción breve me dedicaré a
relatar.
La noche estaba en su más profunda oscuridad pues la
niebla tapaba la tierra mientras que las nubes del firmamento estaban hiriendo y asesinando
cualquier intento de la luz en su objetivo de iluminar a los seres; siendo así
un pronóstico de una mañana fría, lúgubre y tormentosa. Sin embargo aquel pobre
muchacho que se debatía entre el sueño y el despertar de manera inquietante
jamás lograría ver de nuevo la luz del día porque en el momento de abrir los
ojos y de erguir su espalda se encontraría atrapado en un cuarto rodeado de
ladrillos sin ningún tipo de salida o escapatoria y no se sabe la razón -ni él
ni yo sabemos-. En un principio creía que era un sueño ya que los tenía a
menudo pero luego comprobó que era la realidad, echó un vistazo gracias a aquel
bombillo que ésa habitación mantenía al lado de su cama y observó que era un
cuarto similar al suyo pero ni su computador ni su pequeña televisión se
encontraban, a cambio solo estaban su biblioteca con libros tanto inútiles o
que ya había leído mucho tiempo atrás y un marco donde cabía un espejo capaz de
reflejarlo en su totalidad. Al ver ese marco posicionado a la esquina donde
normalmente estaba su tv, comprendió que no se encontraba en su, se sacudió las
cobijas con sus piernas para poder levantarse y así buscar, aunque en vano, una
forma de escapar. Golpeó los ladrillos con fuerza, dando puñetazos que lo único
que hacían era herirlo a sí mismo haciéndole sangrar sus nudillos. Luego
lamiéndose los puños para coagular la sangre, tomó aquella biblioteca llena de
libros de literatura y otros producto solo de la mercancía para golpear la
pared mas tan solo aquellos libros que aun deleitaba leer caía en ése piso
color carmesí y asimismo atrofiando su biblioteca dejándola ya casi
inutilizable.
Dándose por vencido se sentó en la cama poniéndose
sus manos en la cara, ahí se percató de unas manchas profundas como moretones en
la base de sus muñecas; las tocó con sus dedos y no produjeron ningún dolor, no
sentía nada en esa zona. Mientras veía ésta extraña herida en sus dos manos
comenzó a pensar en que sucedería si no lograra salir. Quizás lo extrañarían
pero tan solo será un sentimiento efímero. Su madre llorará su pérdida pero tan
solo por perder su sostenimiento económico o quizás tan solo por perder al
único que podría satisfacer sus necesidades cuando esté anciana. Su padre
sentirá máximamente un mínimo sentimiento de dolor y pésame pero sobre todo un
alivio al eliminar uno de sus primordiales gastos sin ninguna utilidad. Sin
embargo pensó en quien sí en verdad llegaría a extrañarlo toda su vida. Su
amada. Con poco más de un año de relación donde por fin después de su niñez se
le veía realmente feliz. Su imagen junto a ella lo llenaba de nostalgia que se
sentía con una presión en el pecho y cosquilleo en su espalda, más cuando su
imagen junto a ella cobraba mayor viveza, un dolor agudo como si fuera un
cuchillazo profundo proveniente de sus muñecas comenzó a atormentarlo en un
principio agresivamente pero luego el dolor se volvió dulce mientras caía en su
cama a medida que aquella sensación llegaba al umbral de ninguna sensación ni
consciencia.
Despertó cansado y vio a un personaje idéntico a él
en la parte inferior de la cama, sosteniendo cuidadosamente con sus dedos una
flor violeta. Su mirada era dulce y calmada hacia la flor. Cuando sintió que el
muchacho se levantaba volteó su vista para posarla justo en sus ojos, posando
una sonrisa en su boca. El que acabó de despertar se quedó inmóvil ante la
presencia de un ser idéntico a él, -no es muy común verse a sí mismo de vez en
cuando- ya no sentía ningún tipo de dolor mientras el de la flor comenzó a
decirle: sí que me diste un gran susto, aun no era la hora ¿sabes? Volteó su
mirada a la flor y sin dejar decir ni una sola palabra al otro continuó
diciendo; La flor que tengo en mi mano es un lirio, es hermosa pero tiene que
cargar con el peso de su oscuro significado, es la encargada de darle fin a
toda la vida. El muchacho seguía mudo, estupefacto y tembloroso. Sonriendo, el
que sostenía el lirio trató de calmarlo, diciendo que no hay nada de qué
preocuparse, es como si le estés hablando a un espejo. Luego preguntó; ¿Qué crees que es la muerte?
El muchacho no salía de su estado de inercia hasta que de nuevo ése dolor pero
en menor intensidad y solo en su mano izquierda lo sacó de ése estado.
Respondió; la muerte es algo que no se puede saber sino cuando uno ya está del
otro lado, cuando uno termina de vivir. Tienes razón en parte, pero yo tengo
una mejor explicación. Si miramos la vida, veremos un estado donde todo está,
todo existe más la vida tan solo un desconocimiento total. En cambio la muerte,
es algo que se sabe que está ahí, respirándonos la nuca y así y todo plasma
para la eternidad una imagen que se guarda en la memoria, lastimosamente uno
mismo lo debe plasmar. Su mirada se
tornó triste y ansiosa, recogió un cuaderno de dibujo caído junto a los libros
de literatura que tenía tan solo un dibujo de gran trabajo y dedicación, los
demás eran pobres y triviales. Sosteniendo con fiereza el tallo del lirio lo
enterró en su pecho, untando de sangre como si fuera tinta la flor y usando
ésta misma para dibujar. Un dibujo que sería el destino final de todos pero en
singular el de él. Aquel dibujo de torne realista que comenzaba a configurar una
imagen espantosa, asquienta y repulsiva más sin embargo causaba entre todas
ellas un sentimiento de lástima.
La imagen cobraba mayor vida mientras el dibujante
se desvanecía ante la pérdida de su líquido vital mas no se detuvo hasta que la
imagen estuviese culminada a su vez que se apagaba el brillo de sus ojos ante
la mirada atónita de su igual. La imagen había sido terminada y el dibujante
desangrado caía cumpliendo así su labor mientras el lirio florecía con lúgubre
felicidad y así el dolor de las muñecas regresaba con fuerza obligando un grito
sordo en la habitación. Las heridas de sus muñecas volvían a su estado real.
Sangre brotaba con la mirada horrorizada del ése hombre.
La sangre se derramaba salvajemente en aquel recinto
siendo tan solo testigos los fríos bloques de arcilla que ya nada podían hacer
para evitar el fatal fin que se aproximaba. Entonces usando sus últimos
alientos tomó aquel cuaderno y estupefacto se vio a sí mismo derramando sangre
por las muñecas, manchando todos sus libros del mismo color de aquel piso. Se
sonrió y mirando que aquel otro se había ido tomó el lirio y posicionándose
frente a aquel marco que inexplicablemente lo reflejaba, caía pensando en cómo
podía aun estar sangrando y diciendo irónicamente “conque tan solo se plasma”. Cayó
en ese piso rojo junto con sus libros cayendo en una oscuridad eterna.
Sintió por fin la nada, como la había deseado,
mientras el cielo lloraba como lo hacían los testigos de tan vacía imagen que
junto a su cama veían un ser que ya no era al lado de una flor manchada de
sangre víctima del asesinato; llenaban
la mañana de ése color gris mezclado con un sol impotente y un bombillo que se fundía que solo podían ocultarse del sufrimiento y del
embargo de la muerte que extinguía aquel recinto de ladrillos que desaparecía
junto con el reflejo de la imagen, la
sangre y de nuevo la nada.
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