jueves, 16 de agosto de 2012

LA MUERTE DE LA MADRASTRA


No sé por qué rayos él estaba ahí y ni siquiera yo porqué estoy aquí, solo sé que se murió una señora de un país no sé cuál y de una ciudad no sé dónde; lo único era que había muerto e íbamos al cementerio, creo q era una madrastra de una prima hermana llamada Anastasia y la mamá (¿o era la madrastra?), … Lo único era que estábamos no sé si él o yo, o todos aunque creo que era solo él y yo, en una carretera donde solo estaba ésta caravana. Estaba soleado y éste traje de luto que se lo hacen poner a uno lo acalora demasiado  y ése joto cementerio estaba muy lejos, entonces esa caravana decidió parar por ahí, él y yo, o mi familia y yo bueno como sea, entramos a una posada que estaba por el camino, lleno de telarañas en la esquina que provocaba terror al entrar, pero bueno se estaba ahí para comer. Tenía hambre aunque él no, estaba pálido, medio muerto. Comimos y cuando íbamos a salir cayó un baldado de agua-cosa rara-, además nadie había traído paraguas, por ende decidimos no seguir el camino, esperaría a que escampara, pero creo que él se fue con todos ellos.

En esa posada no había cable ni nada para pasar el rato, necesitaba entretenerme y me pareció verla…, saqué un cuaderno y lápiz que no recordaba haber traído; aun así quería dibujar algo que siempre se hace en esa isla lejanísima, comencé a dibujar e hice creo que a una mujer, pero no sé por qué se me hacía tan familiar, como si fuera parte de mi o de nosotros, ella y yo, yo y el, o ustedes y nosotros, bueno todos esos. Me acosté y la volví a ver pero ésta vez mucho más cerca, y con mayor repugnancia, así y todo me volví a la almohada y dormí.

Había despertado aunque parecía dormido, él se volvió hacia la mesa vio el desayuno servido en loza de barro pero tallado hermosamente, no entendía la razón, salió, tomó un taxi hacia ese cementerio y aún estaba toda esa gente allí, no lo entendía, no entendía por qué toda esa gente había permanecido toda una noche ahí, creo que importó poco, estaba aún muy oscuro y la baldosa de la tumba no tenía el nombre de esa señora, ni sus parientes, estaba vacía, pero esa gente seguía llorando, entonces lo vi a él dentro de ése cajón, ese mediático cajón que nos lleva a la trascendencia, creo que vi sus heridas, cinco agujeros en el cuello que aún chorreaban sangre, pero solo yo las veía, Salí corriendo sintiendo una presión en el cuello, entonces la vi y vi ese cuaderno con el dibujo que había hecho o que él había hecho, no entendía, también vi otro cadáver y era una mujer, no veía bien el rostro, pero a ella si la reconocí era Anastasia, con los dedos ensangrentados, recogió el cuaderno y lo abrió, no había nada en él, y comprendí o él comprendió que él es igual que el yo y que éste no es éste sino ella. Anastasia lo miró con sus grandes ojos carmesí y su gran volumen de cabello ondeaba, le dijo algo incomprensible, y junto con el cuaderno, que creía su cuaderno, -pero este cuaderno era su dueño- quedó atrapado con ella y él al mismo tiempo. Mientras ella, esto que había llamado Anastasia y “se creí” mediático de su creación, era ya libre, inmortal y perfecta.


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