No sé por qué rayos él estaba
ahí y ni siquiera yo porqué estoy aquí, solo sé que se murió una señora de un
país no sé cuál y de una ciudad no sé dónde; lo único era que había muerto e
íbamos al cementerio, creo q era una madrastra de una prima hermana llamada
Anastasia y la mamá (¿o era la madrastra?), … Lo único era que estábamos no sé
si él o yo, o todos aunque creo que era solo él y yo, en una carretera donde
solo estaba ésta caravana. Estaba soleado y éste traje de luto que se lo hacen
poner a uno lo acalora demasiado y ése joto cementerio estaba muy lejos,
entonces esa caravana decidió parar por ahí, él y yo, o mi familia y yo bueno
como sea, entramos a una posada que estaba por el camino, lleno de telarañas en
la esquina que provocaba terror al entrar, pero bueno se estaba ahí para comer.
Tenía hambre aunque él no, estaba pálido, medio muerto. Comimos y cuando íbamos
a salir cayó un baldado de agua-cosa rara-, además nadie había traído paraguas,
por ende decidimos no seguir el camino, esperaría a que escampara, pero creo que
él se fue con todos ellos.
En esa posada no había
cable ni nada para pasar el rato, necesitaba entretenerme y me pareció verla…,
saqué un cuaderno y lápiz que no recordaba haber traído; aun así quería dibujar
algo que siempre se hace en esa isla lejanísima, comencé a dibujar e hice creo
que a una mujer, pero no sé por qué se me hacía tan familiar, como si fuera
parte de mi o de nosotros, ella y yo, yo y el, o ustedes y nosotros, bueno
todos esos. Me acosté y la volví a ver pero ésta vez mucho más cerca, y con
mayor repugnancia, así y todo me volví a la almohada y dormí.
Había despertado aunque
parecía dormido, él se volvió hacia la mesa vio el desayuno servido en loza de
barro pero tallado hermosamente, no entendía la razón, salió, tomó un taxi
hacia ese cementerio y aún estaba toda esa gente allí, no lo entendía, no
entendía por qué toda esa gente había permanecido toda una noche ahí, creo que
importó poco, estaba aún muy oscuro y la baldosa de la tumba no tenía el nombre
de esa señora, ni sus parientes, estaba vacía, pero esa gente seguía llorando,
entonces lo vi a él dentro de ése cajón, ese mediático cajón que nos lleva a la
trascendencia, creo que vi sus heridas, cinco agujeros en el cuello que aún
chorreaban sangre, pero solo yo las veía, Salí corriendo sintiendo una presión
en el cuello, entonces la vi y vi ese cuaderno con el dibujo que había hecho o
que él había hecho, no entendía, también vi otro cadáver y era una mujer, no
veía bien el rostro, pero a ella si la reconocí era Anastasia, con los dedos
ensangrentados, recogió el cuaderno y lo abrió, no había nada en él, y
comprendí o él comprendió que él es igual que el yo y que éste no es éste sino
ella. Anastasia lo miró con sus grandes ojos carmesí y su gran volumen de
cabello ondeaba, le dijo algo incomprensible, y junto con el cuaderno, que
creía su cuaderno, -pero este cuaderno era su dueño- quedó atrapado con ella y
él al mismo tiempo. Mientras ella, esto que había llamado Anastasia y “se creí”
mediático de su creación, era ya libre, inmortal y perfecta.
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