Relatar así como pintar que jamás sucedió sería
mofarme de todos ustedes. Inventar sucesos para atraer su atención y comprender
lo que digo (o más bien escribo) me convierte en el peor miserable, peor que el
mayor político corrupto que no hace más que arrebatarnos un recurso banal, pero
yo mucho peor que cualquier maldito de esos querido lector, no busco ni dinero
porque aquí si es que es algún lugar no existe el dinero, no me sirve en
un sitio donde estoy solo sino lo que más aprecias, tu tiempo.
Tener tiempo es lo que más aprecio de ustedes, ya
que mi tiempo se ha vuelto un lienzo blanco que se me obliga –irónicamente- a
pintar, dibujar, escribir, destruirlo así como aquella sonrisa y ése cabello
rubio que me atormentan más mi mente aun es atormentada y no me es posible
tocar aquel lienzo me quema. Lo detesto, odio aquel lienzo que me incita a
pensar mientras hablo y espero que alguna vez logre al menos escribir sobre él
o el ideal de pintar aquella imagen para darle una vida que siempre robo en mis
obras tanto escritas como en pinturas más necesito aquel preciado don que todos
los que son capaces de comprender éste tonto balbuceo eterno poseen. Un
balbuceo que yo tan solo entiendo, me creo comprender me cree comprender pero
no es así no se entiende, no sabe ni donde se encuentra y quizás mucho menos
yo. Para que entiendan mejor, su ser trata de pintar mientras está en su
habitación blanca, iluminada casi encenguedora y allí ha estado por años por
décadas pero a él todo ese tiempo no es más que una eternidad.
Dispuesto a contar algo, hacer algo ya que ese
lienzo es imposible para mi sin embargo tengo que decir algo o escribir aquí en
el piso que es lo único que puedo tocar, las paredes, que me parecen demasiado
grandes para tan historia tan pobre, así comenzaré con el fin. No recuerdo ni
donde nací ni de dónde vengo, solo una imagen estática como lo que a yo me
dedico; una pintura y luego un súbito final donde yo me encuentro en éste
lugar, taller de artista supongo tanto de escritor como pintor. Se cree bueno
en todo, no debo negar que tiene innato el valor artístico en muchos aspectos.
Era prodigioso más éstas disciplinas requieren de la misma. No la tenía, era
como un niño que improvisaba, curioseaba y del mismo modo se distraía con cualquier
desfachatez y lo que iniciaba rara vez lo terminaba o ni lo iniciaba. Por lo
general se la pasaba (si no estaba escribiendo o bosquejando) mirando las
imágenes de un mundo en continuo movimiento pero a él solo le parecían
sucesiones de imágenes estáticas y así las detenía en su pedazo de mente y
asesinaba al movimiento a través de las imágenes que él mismo creaba;
transformaba el mundo a su antojo, jugaba a ser un dios, al destino de aquellas
almas que él robaba para sí para unos fines no muy gratos en verdad.
Un día sin nada que hacer, como casi siempre estuve
caminando por las calles donde decenas de personas –si se le pudiera llamar
así- caminaba apurada, quizás por una tormenta que se avecinaba o tal vez que
estaban retrasados para el trabajo, no lo sé, supongo que harán algo con su
patética vida. Caminé para así despejar mi mente cosa que no pasaba ni en mi ni
en el cielo, deambulando llegué a una plazoleta o plaza como quieran llamarlo.
Me senté en al atrio de la catedral posando mi mirada en un árbol, un roble
quizás, enorme que imponente se alzaba sobre aquella soledad estática. El
viento comenzó a mecerlo y ahí empezó mi duda de que se sentiría ser un árbol,
incapaz de moverse por sí mismo, tanto que el viento lo tiene que ayudar,
además solo viendo –si ve- grupos de personas riendo, conversando, besando etc.
Sin poder hacer alguna de las mencionadas y tener una sensación de muerte
siendo consciente de su existencia viva. La vida que él roba, vivir como una
imagen que por más que uno le imprima su vida, sus expectativas, su pasión
termina por convertirse en la muerte; morir en el último trazo así como las
estocada final, allí está la pintura, se limita a promover sentimientos lo
mismo que ver a un ser querido en un ataúd.
Meditar sobre la muerte es una pérdida de tiempo,
pero le gusta perder el tiempo. Su mirada que aún parecía perdida se recobró al
ver a una mujer que caminado lentamente aún con una posible tormenta se alojaba
en las raíces de aquel solitario árbol. Acostándose suavemente lo miró de
lejos. Sonrió mientras aquel muchacho se quedaba inmóvil y sentía una presión
en sus piernas como si alguien estuviera en sus muslos. Se sonrojó, trató
de evitarla para comprendió que era imposible. Miró aquella extraña imagen como
si él fuese el protagonista, inmóvil, muerta así como ya lo supondrá él que
todo comenzaba a quedar en blanco. Se limitó a ver sus ojos casi bellos casi
hermosos así como su sonrisa que mostraba una corrompida inocencia. Después
dejó de sentir, tan solo el viento que lo acariciaba. Ella era como el viento
caricias suaves que luego se vuelven en un daño. El viento se volvía cada vez
más fuerte mucho más que ya generaba un dolor, un dolor que no podía expresar
ni aunque yo lo quisiera.
Ahora estamos los dos, el árbol y yo juntos
sufriendo el no poder salir del mismo encierro que solía hacer que nunca fui
consciente hasta conocer la nada, la nada que promovía con mis juegos de dios.
Ahora que ya ha sido contado quiero tan solo verla otra vez. Fue ella quien me
indujo a no volver a pintar, a inmovilizarme, al estar frente a un lienzo en
blanco que irónicamente me muestra a mí porque soy el único en verlo yo, un
árbol y su sonrisa que como el viento me arrancó de la tierra.
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